¿Cómo se sienten nuestros pacientes acerca de los retenedores fijos o removibles?
¿Que hicieron?
Hicieron un ensayo controlado aleatorio paralelo de dos grupos con una asignación 1:1 de la siguiente manera:
Participantes: Pacientes con diversos maloclusiones y proveedores tratados con aparatos fijos en ambas arcadas con y sin extracciones.
Intervención: Un retenedor extraíble formado al vacío (VFR) en la mandíbula (1,0 mm Essix C+) que cubre todos los dientes erupcionados desde el primer premolar hasta el primer premolar. Si se extrajo el primer premolar, el VFR incluía desde el segundo premolar hasta el segundo premolar. Pidieron a los participantes que usaran los VFR a tiempo completo durante la primera semana y, después, que los usaran solo por la noche durante los siguientes 12 meses. Después de 1 año, redujeron el tiempo de uso a noches alternas.
Control activo: Los pacientes recibieron una fijación canino a canino en la mandíbula (alambre duro Remanium® 0,8, Dentaurum, Ispingen, Alemania).
Es importante destacar que colocaron un VFR (Essix C+ de 1,0 mm) en el arco maxilar que cubría todos los dientes erupcionados de todos los participantes. Asignaron aleatoriamente a 52 pacientes a ambos grupos de intervención. Los datos de 95 de ellos estaban disponibles 18 meses después del tratamiento. Ocultaron la asignación de grupo con sobres cerrados. Finalmente, cegaron a los analistas de datos respecto de la asignación de grupos.
Resultados: Percepciones de retención basadas en cuestionarios en citas programadas: al inicio (2 semanas después de la liberación), después de 6 meses de retención y después de 18 meses de retención.
¿Qué encontraron?
Tanto al inicio como al seguimiento de 18 meses, los pacientes informaron más dolor y molestias en el grupo VFR en el arco inferior que en el grupo de retención fija. Los participantes en el grupo de retenedores fijos también se adaptaron más fácilmente a sus retenedores. Después de 18 meses, informaron tasas similares de cumplimiento de los niveles de desgaste recomendados en ambos grupos (70,5%: grupo VFR y 73,9%: grupo fijo). Encontraron una asociación entre la reducción del tiempo de uso y la incomodidad percibida. En general, los pacientes informaron altos niveles de satisfacción y cumplimiento autoinformado.
¿Qué pensé?
Creo que este fue un excelente trabajo que proporcionó una comparación holística de la retención fija y removible. Es importante destacar que esto incluyó una evaluación de hasta 5 años después del tratamiento. Como tal, toda la investigación nos proporciona información beneficiosa. Este artículo representa una parte relativamente pequeña de esta investigación que se centra en las opiniones y percepciones de los pacientes. La conclusión, sin embargo, parece ser que tanto los retenedores fijos como los removibles se perciben positivamente en esta cohorte de pacientes.
Hicieron el estudio muy bien y lo informaron siguiendo las pautas aceptadas. Realizaron un cálculo del tamaño de la muestra y pudieron incorporar datos del 85% de los participantes 18 meses después de completar el tratamiento activo. Esto es muy impresionante y sugiere que se trataba de una cohorte de pacientes obedientes que comprenden la importancia de la retención y el requisito de recordar para monitorear los cambios potenciales.
Mi principal reserva es que los participantes de ambos grupos tenían retenedores tipo Essix (con un VFR superior proporcionado en el grupo de retenedor fijo). Como tal, me resultó difícil estar completamente seguro de que los datos relacionados con las percepciones en el grupo de retenedor fijo no estuvieran «contaminados» por el uso del VFR superior. Sería fascinante repetir este estudio en muestras que tengan VFR o retención fija, de forma aislada.
Además, el VFR inferior utilizado fue relativamente pequeño y no se extendió más allá de la región premolar. Es concebible que esta variante más sutil pueda estar asociada con un menor impacto (y percepciones más positivas) que los diseños más convencionales. También es de destacar que en el arco maxilar se utilizó un diseño más tradicional. Por lo tanto, es posible que se haya subestimado el impacto del retenedor inferior.
Finalmente, sería interesante comprender la relación entre las percepciones de retención y los tiempos de desgaste objetivos. Los autores se basaron en informes subjetivos en este estudio; sabemos que estos son notoriamente poco confiables. La duración del desgaste se puede registrar objetivamente mediante sensores internos. Sin embargo, estos no están exentos de problemas. Estos incluyen una posible inexactitud, un mayor riesgo de fractura, así como la alteración asociada al tamaño y la apariencia del retenedor.
¿Qué podemos concluir??
Los pacientes informaron percepciones positivas de los retenedores fijos y removibles hasta 18 meses después de la fase de retención. Sin embargo, se asociaron un poco más de dolor y malestar con los retenedores removibles. Si bien esta faceta de este estudio tiene algunas limitaciones, este conjunto de investigaciones es muy bienvenido y relevante. Si la retención es realmente una última frontera, ¡los autores han recorrido algún camino para superarla!
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